En ‘La piel en llamas’, Fernando Tejero interpreta a uno de los personajes más complejos de su trayectoria profesional. ‘La piel en llamas’ es un drama que explora las heridas causadas por la guerra. Las que se ven, pero, sobre todo, las que quedan ocultas. Esas heridas invisibles que extienden su influencia a vidas enteras. David Martín Porras dirige este filme producido por Eduardo Campoy, director de Álamo Producciones. Una adaptación de la obra de teatro de Guillem Clua, ‘La pell en flames’, que él mismo coescribe para la gran pantalla.
‘La piel en llamas’ es un drama que explora las heridas causadas por la guerra
Fernando Tejero en la piel del Doctor Arellano
“Me costaba reconocerme”. Con estas palabras definió el actor cuando le preguntaban qué le parecía su interpretación. Y es que el Doctor Arellano, el personaje de Fernando Tejero en ‘La piel en llamas’, se aleja mucho de la comedia televisiva que le ha dado a conocer entre el gran público. Aunque desde esa época ha llovido lo bastante como para que Tejero haya participado en más de veinte largometrajes, incluyendo ‘La casa del caracol’, ‘Cinco metros cuadrados’ o ‘La fortaleza’.
La acción de ‘La piel en llamas’ transcurre en un solo lugar, un hotel absolutamente claustrofóbico donde dos historias paralelas comparten escenario y se alternan para desplegar los dramas de guerra que no tienen cabida en las noticias. En sus habitaciones, se alojan cuatro personas que acuden a una entrega de premios. Los motivos por los que lo hacen no podrían ser más dispares: Oscar Jaenada da vida a Frederick Sálomon, el galardonado; Ella Kweku interpreta a la periodista que quiere venganza por un motivo que solo los dos conocen. Lidia Nené es Ida, una madre desesperada por un tratamiento que devuelva la esperanza de vida a su hija y Fernando Tejero se mete en la piel del Doctor Arellano. De él ha dicho que es un “ser despreciable al que solo puede entender a través de la enfermedad mental”.
El pasado de estos cuatro personajes pone sobre la mesa el alcance de los tentáculos de la guerra, que no afecta únicamente a los contendientes y no se limita a las fronteras de los países que las protagonizan. El Doctor Arellano, papel protagonista de Fernando Tejero en ‘La piel en llamas’, es un verdugo de guerra. Se presenta como delegado diplomático de Naciones Unidas y como médico. En su mano está salvar la vida de una niña enferma.
El Doctor Arellano, papel protagonista de Fernando Tejero en ‘La piel en llamas’, es un verdugo de guerra
Se trata de un filme cuyo peso e importancia trascienden la gran pantalla. Si bien la obra de teatro se escribió a raíz de la guerra de Irak, a comienzos del siglo XXI, sus personajes y los dilemas que se plantean no han perdido vigencia. Fernando Tejero pone de manifiesto cómo personajes de la calaña de Arellano siguen existiendo hoy en día. Igual que existen la guerra y las injusticias.
Un complejo trabajo con preparación psicológica
El papel de Fernando Tejero en ‘La piel en llamas’ es el que más ha hecho sufrir al actor. Según sus palabras, un actor no debe juzgar a los personajes que interpreta porque, cuando lo hace, ya no puede ponerse en sus zapatos. Por eso, durante el rodaje tanto él como Lidia Nene se prepararon con la ayuda de una psicóloga. La opción de Tejero fue acceder a la psique del Doctor Arellano a través del trastorno mental. A pesar de que, como el propio actor admite, existen personas esencialmente malvadas.
La preparación y el trabajo de Fernando Tejero en ‘La piel en llamas’ ha sido muy reconocido. Así lo acredita el éxito de crítica y público que la película ha recabado tanto en su presentación en el Festival de cine de Málaga y como en el Barcelona Film Festival.
Nos encontramos, pues, ante un Fernando Tejero que, en ‘La piel en llamas’, nos muestra una faceta distinta de las que habíamos visto hasta ahora. Da vida a un personaje malvado, incapaz de ver más allá de su propio beneficio. En su camino se cruzan una madre desesperada, un fotoperiodista en horas bajas y una mujer que pretende transformar la fotografía más famosa de la historia. La instantánea dejará de ser un símbolo de paz para convertirse en venganza.